miércoles, 22 de febrero de 2012

Ensayos clínicos vs Ensayos homeopáticos

Ready? Fight!! Rehola de nuevo a todos, me es un placer presentaros la nueva colaboración de la nueva colaboradora que tratará esta vez -como habréis podido imaginar por el título- sobre los ensayos. Como es una colaboración de un nivel importante y creo que es bastante seria, mejor os dejo ya con la entrada en vez de seguir con esta introducción mediocre.

La medicina convencional y la homeopatía están en "guerra" desde que, en el siglo XVIII, Samuel Hahnemann inventó ésta segunda. Y es que por ese entonces que la homeopatía tuviera un lugar en el mundo, que se le ocurriera a alguien como por arte de magia, no es tan raro. Los así llamados "doctores" de ese entonces se sacaban nuevos remedios de la manga, como se suele decir, cada dos por tres, y practicaban sangrías y otras malas prácticas que más que curar, lo que hacían en muchos casos, era dejar al paciente más débil.
La premisa fundamental de la homeopatía es lo similar cura lo similar. Hahnemann creía que si podía encontrar una sustancia que indujera los síntomas de una determinada enfermedad en una persona sana, luego, ésa misma sustancia podría ser utilizada para tratar los síntomas de un enfermo. A partir de ahí Hahnemann inventó todo un ritual alrededor de dicha idea: la sustancia a ingerir tenía que ser administrada en cantidades minúsculas para que tuviera efecto, cuanto más diluida es una sustancia más potente se vuelve como tratamiento contra los síntomas que ella misma induciría de no ser diluida. El proceso de dilución debía, como no, seguir un ritual específico llamado “sucusión”: hay que dar diez fuertes sacudidas contra un cuerpo, aunque duro, elástico, tras cada dilución. En la actualidad, para dar un poco de sentido (¿?) a tanta dilución, se han inventado lo siguiente: el agua tiene memoria (sí, sí, el tipo de memoria que recuerda cosas... pero por lo visto sólo cosas gratificantes para nosotros los humanos, como las sustancias diluidas que nos van a curar, nada de toda la mi***a por la que ha pasado el agua a lo largo la historia, ¡eso no tendría sentido!).
Y ahora es cuando llegamos el meollo de la cuestión: ¿cómo se prueba que dichos remedios funcionan? ¿Cómo se sabe qué ha de curar un remedio homeopático? Pues bien, mientras que en la medicina convencional se utilizan los ensayos clínicos, en la homeopatía se utilizan lo que se llama “pruebas”. ¿En qué consisten dichas pruebas? Veamos, pues.


Pruebas homeopáticas 
Las pruebas homeopáticas son pruebas de sustancias para averiguar cuáles son los síntomas que la sustancia es capaz de producir y por lo tanto, curar. Se llevan a cabo sobre personas sanas que a veces no saben lo que están ingiriendo.
Se reunen un grupo de un número no muy grande de voluntarios (12 personas a lo sumo) a los que se les suministra seis dosis del remedio que se está probando (en grados diferentes de dilución) en el transcurso de dos días (tanto las dosis como la duración de las pruebas puede variar, lo mismo que los síntomas... dependiendo del libro que estés siguiendo...). Durante ese tiempo los pacientes llevan un cuaderno donde apuntan las sensaciones tanto mentales como físicas y emocionales (sueños incluidos) que van experimentando. Al final de la prueba se recogen los cuadernos y se recopila la información allí recogida. Los datos recogidos se convierten en el “cuadro de síntomas” de dicho remedio. (Imaginemos, por ejemplo, que se prueba el café. Como resultado el café mantiene despierto a todo el mundo. ¿Qué se podrá hacer con el café como pastilla? Utilizarla como somnífero.)
Hay problemas tan obvios y graves en este tipo de “pruebas” que uno no sabe por donde empezar a contarlos. Los problemas más graves se ven a primera vista: el número de paciente es demasiado reducido para que el test se pueda tener en cuenta, no hay ni aleatorización ni doble ciego ni nada que se les parezca. Además, es evidente que en este caso no se pude saber si los síntomas que sufren los probadores están producidos por las pastillas o por cualquier otra cosa que puedan ingerir a lo largo de estos días. Un probador podría tener, por ejemplo, un fuerte dolor de cabeza y achacarlo al efecto de las pastillas o... podría ser que ha pasado demasiado tiempo delante del televisor.



Cómo se debería pasar un buen examen de pruebas, o, cómo funciona un ensayo clínico
El objetivo de un ensayo puede ser o bien probar que un nuevo fármaco es mejor que uno anterior para la misma dolencia, o simplemente que ese nuevo fármaco cura/alivia lo que se supone que ha de curar/aliviar.
Para averiguar si un medicamento es eficaz en una patología determinada, lo mejor es comparar inicialmente con un tratamiento no activo (el placebo). Una vez demostrado que es mejor que el placebo, para determinar en qué medida es eficaz, se compara con un medicamento activo y del cual se conoce la eficacia para esa determinada dolencia. En este último caso, la incorporación de un grupo de control tratado con placebo es importante también para establecer la comparación relativa de eficacia entre ambos tratamientos activos.
Un factor importante en un ensayo es que ni los experimentadores ni los pacientes sepan qué pastilla está tomando qué grupo. Es muy importante tener en cuenta la naturaleza humana, la inclinación hacía lo personal, ya que cualquiera puede influir en el resultado del ensayo si se sabe qué grupo se está estudiando (consciente o inconscientemente). Tanto los experimentadores como los pacientes, conocen a qué grupo ha pertenecido cada uno después de recoger todos los datos y, en algunos casos, incluso después de analizarlos.
Otro de los factores importantes para un buen examen de pruebas es la aleatorización. Como en el caso anterior, si el método de aleatorización no se desprende completamente de la influencia que las personas puedan tener, consciente o inconscientemente sobre el proceso, los resultados dejan se ser objetivos para pasar a ser subjetivos. La aleatorización da lugar, teóricamente, a una distribución equilibrada de las características de los pacientes entre los diferentes grupos. En consecuencia, asegura que los grupos incluidos en el ensayo sean semejantes en todas las características menos en una, la intervención que cada uno recibe.
Un mal método es por ejemplo, el de asignar a los pacientes a grupos en el orden de llegada a la consulta. Se podría asignar al primer grupo el primer paciente, al segundo grupo el segundo paciente, al primer grupo el tercer paciente,... En el libro de Ben Goldacre, Mala ciencia, se expone el siguiente ejemplo:
Imaginemos que hay un paciente a quien el homeópata no le augura esperanza alguna, un caso perdido que jamás se pondrá mejor sea cual sea el tratamiento que reciba, y que el siguiente puesto disponible en el estudio es para una plaza en el grupo homeopático del ensayo. No sería inconcebible que el homeópata decidiera - repito, de forma consciente o inconsciente - que al primer paciente “probablemente no le interese en realidad” ese ensayo y lo descarte. Sin embargo, si ese paciente sin esperanza hubiera acudido a la clínica en un momento en el que la siguiente plaza disponible fuera para un componente del grupo del placebo, es posible que el especialista reclutador hubiera tenido menos reparos para apuntarlo. 

Uno de los (buenos) métodos clásicos de aleatorización es hacer llamar a los pacientes a un número de teléfono especial donde una persona les asigna a un grupo mediante un programa informático de aleatorización. 

Tanto para el procedimiento ciego como para el método de aleatorización han habido estudios para ver qué tan importantes son para unos resultado imparciales. En los ensayos en los que la aleatorización no es válida, los efectos del tratamiento se sobreestima en un 41%. En cuanto a los ensayos en los que el procedimiento ciego no es el adecuado, los efectos del tratamiendo se suelen sobreestimar en un 17%.


Conclusiones... o no 
Algunos homeópatas han llegado a afirmar que los ensayos controlados aleatorios “son mucho menos adecuados cuando se estudian los efectos generales de una terapia holística en un organismo complejo con múltiples problemas”.

Lo cierto es que en la mayoría de los ensayos clínicos hechos con pastillas homeopáticas se ha visto (en meta-análisis posteriores) que alguno de los procesos (doble ciego, aleatorización, ...) no estaban bien hechos. En los casos en los que los ensayos eran correctos, se ha demostrado que la homeopatía no tiene más efecto que el placebo.

Sin palabras. Es el mejor discurso después del "corred insensatos" que suelta Gandalf en el señor de los anillos. Si queréis saber más de esta moza que ha escrito este pedazo artículo podéis seguirla en twitter o ver su proyecto de 365 días de fotos -sí, esto de la afición a la fotografía es contagioso. Sólo me queda deciros, como siempre, espero vuestros comentarios y colaboraciones.

2 comentarios:

  1. Por fin he encontrado un hueco para leerlo!
    Muy buena crítica a la homeopatía (aunque la autora y yo ya habíamos hablado de esto en alguna ocasión ;) ).
    Leer estas cosillas me anima a hacer algo por mi parte, ahora sólo falta encontrar el tiempo. Adrián, prometo que antes de mi muerte lo haré :p (es broma, intentaré hacerlo lo antes posible, aunque no sea un artículo tan informativo como este. Quizá uno en el que cuente las penurias del becario investigador. Quien sabe).
    Mucho ánimo con el blog!

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    1. Pues si!! ^^ Si te animas, mejor tarde que nunca y como puede ser sobre lo que quieras mira si tienes temas aunque ese que propones tiene buena pinta... ^^

      Muchas gracias y espero esa colaboración! ^^

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